Tenemos Las Máquinas - marzo 2025
Marzo en TLM. Preparamos reediciones, celebramos a nuestras lectoras, Maga Etchebarne nos regaló un texto hermoso sobre La Verdad, Cynthia Edul reestrenó su obra El punto de costura...
Bienvenida
El año empezó hace casi 3 meses, 12 semanas, 87 días, 2074 horas, 124440 minutos... Y seguimos contando. Pero todxs sabemos que las vacaciones son un estado mental, y que marzo llega con rigor para sacarnos de ahí finalmente.
En TLM, arrancamos el mes con mucha energía y el firme deseo de seguir expandiendo este catálogo que no solo alberga libros, sino también la convicción de ser un refugio donde se protege la sensibilidad y la mirada crítica. En tiempos como estos, crear y leer libros es una de las formas que encontramos para sobrevivir a este mundo convulso.
Entonces, ¿qué hacemos con estas ganas? Estamos trabajando en reimpresiones, preparando nuevos títulos, planificando nuestra participación en la Feria del Libro y celebrando a las lectoras. Además, Maga Etchebarne nos envió un texto sobre La Verdad, que ahora compartimos con ustedes. También, Cynthia Edul regresa al teatro con El punto de costura. Y te contamos más, seguí leyendo.
Novedades: Tenemos las máquinas reimpresiones
Este mes nos dedicamos a ultimar detalles para los lanzamientos de abril. ¿Qué se viene? Reimpresiones de libros muy queridos. Si ya los leíste y te gustaron, ahora vuelven para que los regales. Vuelven para leer por primera vez (si no los encontrabas). Para que nunca falten y ya.
La primera materia vuelve al teatro
¿Qué sucede cuando nos alejamos del trabajo familiar que parecía nuestro destino? El punto de costura, de Cynthia Edul, obra que dio origen al libro La primera materia, es un viaje al corazón de una familia de inmigrantes sirios y su legado en la industria textil argentina. A través de hilos, bordados y relatos, entrelaza memoria, arte y resistencia, explorando el textil como la primera forma de escritura de la humanidad.
📍 Estrenada en Paraíso Club de Artes Escénicas (junio 2023), ahora vuelve a escena el viernes 28 de marzo y todos los viernes de abril a las 20:00 hs. en el Galpón de Guevara.
🎟️ Entradas disponibles en Alternativa Teatral.
Podés conseguir La primera materia a la salida del teatro y llevártelo firmado por la autora :).
8M: Celebramos a las lectoras de TLM
El año pasado celebramos a las autoras del TLM y este marzo celebramos a las lectoras que dan vida a nuestros libros. En este diálogo entre autoras y lectoras, construimos nuestro catálogo.



El desgarro del pasado, una cicatriz del presente.
En marzo salió una reseña de Los mejores días, de Magalí Etchebarne, publicada en el Diario El Día de La Plata. Pueden leer la nota completa acá.
Piedra libre
Cantamos “Piedra libre” para Maga Etchebarne que nos envió un maravilloso texto que leyó en un encuentro sobre Psicoanálisis y Verdad. Hoy, lo compartimos con ustedes.
La verdad
Cuando era chica, viajaba en micro de ida y vuelta al colegio y me sentaba siempre con Gabriela Fojo. Como nos aburríamos, yo le contaba cosas. Tenía una estructura de relato que mantenía, sobre la que aplicaba pequeñas pero sustanciales variaciones. Le decía que a la noche, cuando todos en mi casa se dormían, con mis amigos de la cuadra salíamos a la calle. Natacha, mi vecina de al lado, me esperaba en su terraza y las dos juntas bajábamos por el patio de su casa y saltábamos a la calle. ¿Para qué? Para ir a caminar, o para llegar hasta la plaza, para meternos en problemas o para entrar a la casa de la señora de enfrente que decían que era una bruja, para hurgar entre sus cosas. Cada día le contaba una aventura diferente que había ocurrido siempre, indefectiblemente, la noche anterior al relato.
Una mañana, subí al micro y Gabriela me dijo: le conté a mi mamá lo que vos hacés y me dijo que inventás, así que no me cuentes más esas historias, sos una mentirosa. Me sentí humillada. No solo de ahora en más no le iba a poder inventar más nada, sino que todo lo que había contado hasta ese día parecía desaparecer. Si ella ya no creía, ¿adónde iba a parar lo que había inventado? Se convertía en descarte. Esos cuentos desaparecían incluso para mí, que también me los había creído mientras los contaba o respondía a sus dudas ¿pero por dónde saltan? y ¿no te escuchan? Iba ajustando los detalles mientras hablaba, como si escribiera.
Este verano, me invitaron a un ciclo de lecturas que se organiza en Soria, un bar en Palermo. Las lecturas son los domingos a la noche, alguien pasa al frente, se sienta en un silloncito con un velador al lado y lee. Lo que quiera, algo que ya haya publicado, o no.
Desde hace años, doy vueltas con un cuento largo que edito, reescribo, corrijo. Así que pensé que era una buena oportunidad para leérselo a los demás y ver "qué pasaba". En el cuento unas medio hermanas viajan a Mar del Sur fuera de temporada para tirar las cenizas de la madre de una de ellas. Durante ese viaje, salen a la noche, pasan tiempo en la playa, conversan. El cuento también es sobre la vida de esa madre muerta, su pasado, su matrimonio, cómo esa madre ahora se vuelve un peso pesado para la hija adulta. En determinado momento, la que ahora narra es una niña y escucha a su madre y a sus amigas conversar cuando se reúnen a la noche en el club. En una parte dice:
Cada vez que alguna pareja del grupo de parejas que formaban ellas y sus maridos se separaba —una trenza cocida de amigos entre sí—, al poco tiempo, él aparecía con una chica veinte años más joven.
Jorge, el mejor amigo de papá, había conocido a Andrea porque era su alumna y en cuanto se separó de la tía Nora lo primero que hizo fue traerla a mi cumpleaños. Mamá se quedó toda la tarde contra la mesada de la cocina fumando. Acariciaba el mármol con teatralidad.
Jorge nos presentó a Andrea que podría haber sido su hija y papá se refirió a ella por el apellido.
—Señorita Galván, ¿una copa? —dijo papá. Y mamá dejó caer las cenizas en el piso. En el piso que ella misma había estado limpiando toda la mañana.
Alguna que otra apareció un viernes en el club. Eran chicas preciosas de labios gruesos, rodillas huesudas y tobillitos de muñeca, remeras sin hombros y pantalones tiro bajo. Ellos jugaban al póker o al truco, y mamá y las otras esposas que quedaban se agruparon en una esquina como ex combatientes: la tía Nora, Bochi, Gaby, Lili y mamá; tomaban vino y jugaban a la canasta, miraban a las novias de turno con sonrisas de rouge y paciencia, virginia slims volátiles entre los dedos.
La tía Nora dijo que una pareja en su esplendor y una persona joven y linda se parecen, si uno mira bien, puede adivinar por dónde va a empezar a pudrirse.
Más adelante una de ellas llama a la madre y le cuenta que su marido la engaña con su secretaria, y más adelante la que narra dice: "Pero un día papá también lo hizo. Era octubre de 1994, yo tenía diez años y él la dejó por Luisa que acaba de cumplir veinticinco".
Cuando la lectura terminó, una conocida, poeta, se acercó a mi amiga Ceci Fanti, que también leía esa noche, y le dijo: no sabía que el papá de Maga había dejado a la madre por una chica tan joven. Eso es mentira, le dijo Ceci, los padres de Maga ni siquiera se separaron, casi que murieron juntos. Tampoco tiene una hermanastra. Entonces, como el tirón de un elástico, volví al micro del colegio.
Tanto mi compañerita como la poeta en Soria me creyeron. Por un instante, por los minutos que duró la historia, me creyeron. ¿Por qué alguien cree una mentira? Digamos que porque tiene una forma verdadera. Se parece a la verdad, pero no es la verdad, podría ser verdad. O como creo que decían los formalistas rusos, porque escribir es mentir verdad.
A veces es difícil no hacer esa operación: adherir lo que el texto dice a la persona que lo pronuncia; en el caso de la lectura en el bar, yo estaba sentada ahí, como ahora, leyendo en voz alta; el texto "salía de mi cuerpo" y además estaba diciendo "mi mamá" "mi papá". No soy actriz, entonces la poeta, no leía mal, quiero decir, no escuchó mal, yo dije "mi", dije "papá hizo esto", "mamá hizo aquello".
En un artículo de Zadie Smith que se titula El "yo" que no soy yo, ella reflexiona sobre la escritura en primera persona y el papel de lo autobiográfico en la ficción y dice que la primera persona abre siempre la tentadora posibilidad de de contarle a alguien una mentira de verdad "te voy a contar algo que me pasó". ¿Quién podría resistirse?
Eso hacia con mi compañerita del colegio, empezaba inocentemente diciendo te voy a contar algo que hice ayer, y después me dejaba ir, algo más complejo y difuso, nebuloso, se apoderaba de mí como cuando escribo (eso que llaman el trance), nunca inventaba cosas que se alejaran demasiado del planeta que me rodeaba, sabía que era condición para que siguiera atenta. Lo que yo le contaba pasaba en la terraza de mi casa, esos amigos de mi cuadra existían, la señora de enfrente también, la posibilidad de saltar a la calle ya lo habíamos estudiado y era posible. Como se dice, era todo bastante verosímil, pero era mentira, era absolutamente todo mentira porque siempre fui obediente, miedosa, jamás hubiera salido de mi cama a la noche, porque además tengo el sueño de plomo, y mucho menos para subir a la terraza, saltar, no tengo agilidad... imposible.
Debe ser porque era una mentirosa que disfrutaba de mentir que mi mamá me dijo un día, ¿por qué no escribís? y me anotó en un concurso de cuentos y yo me senté a escribir quizás para siempre.
Sin embargo, esta idea de que la mentira no se aleja tanto de la verdad me interesa. Para mí la escritura toca la verdad y sale, o tira por salir, pero no es todo. Ni hablar de que muchas veces ese efecto de posible, real, es uno más entre los efectos que se intentan conseguir en un texto. La verdad viaja conducida en mentiritas, es un germen, un parásito, o un fondo de cocción.
Una sola cosa de ese cuento que leí en Soria es "verdad", y es la frase que usa el padre para ofrecerle vino a la chica: "Señorita Galván, ¿una copa?".
Hace algunos años, fuimos a comer a la casa de un amigo que salía con una chica muy hermosa y mucho más joven que él, y mi pareja de entonces le ofreció vino de esa manera. La miró a los ojos, le sonrió y la nombró por el apellido mientras le estiraba una copa. Leí irremediablemente ese falso exceso de respeto como un coqueteo imposible de disimular y, no quiero mentir, me prendí fuego. Ya lo escribió con potencia Anne Carson, "los celos pueden comer hasta el centro del corazón". Y yo agrego, pueden hacerte pasar años escribiendo la venganza.
Así que volvimos a casa y me anoté esas palabritas como quien se guarda un chocolate para después, y alrededor de esa frase, de a poco, a través de los años, hice crecer dos medio hermanas, un grupo de amigos, creció una familia, un viaje a Claromecó que es una playa que no conozco, unas cenizas, unos chicos que aparecen para tener sexo, 30 páginas de Word. Alrededor creció la ficción, o quizás esa frase ya contenía esa historia dentro y lo único que hice fue tirar del hilito.
Ese coqueteo fue una espina, la agujita que me guardé para tejer más tarde, y fue también un conocimiento. Una semilla: lo que él dijo, pero también el sentimiento de saberme afuera de, ver cómo ingresaba en mi vida la belleza de la juventud como una amenaza, también el dolor silencioso, la amargura, el drama de la monogamia y de envejecer.
Eso es "verdad" en el cuento. Solo eso, o, más bien, principalmente ese diálogo. Cuando digo eso es verdad en el cuento me refiero a esta idea con la que se piensa casi siempre la verdad en la escritura, esa dimensión que conecta lo que el texto dice, con lo que pasó en la vida del autor o autora, lo que se cuenta, con lo que quien escribe vio, escuchó, conoció, atravesó. Es una forma de pensar la verdad en el texto, pero no es la única, y no es una definición con la que, calculo, nadie que escribe o lee podría sentirse del todo a gusto. Ahí está la vida, ahí está tu marido coqueteando con una mujer, ahí está tu terraza con acceso a la noche, pero ¿y? No alcanza. Lo que es, la realidad, tu vida y la de los que te rodean, a veces es infernalmente original, pero a veces también se queda corta. Escribir nunca es fotocopiar la realidad.
Pienso que la relación de la escritura con la verdad es sumamente caprichosa, ¿por qué eso la activa y aquello otro no? ¿Por qué lo que dijo ese hombre aquella noche sí, y no la belleza de esa casa, esa noche de verano? La verdad en la escritura también es escurridiza y es impredecible, se cuela aunque no queramos, nadie la espera, pero de golpe asoma. Y hasta diría que a veces la verdad en la escritura es oracular, tantas veces se escribe lo que después pasa.
Me gusta esta definición de Kafka que encontré y usé para una colección que edito y se llama Cerca de la verdad, dice así: "El arte desea aletear alrededor de la verdad, pero con el propósito definido de no quemarse”. Escribir es para mí hacer posible lo que no fue posible, exagerar, exagerar y exagerar hasta el punto de no saber de dónde salió eso, por qué lo estoy escribiendo, para qué. Perderme por ahí, escaparme. Uno nunca está pensando en términos de verdad/ mentira para escribir, diría que la verdad es una buena conocida que orbita, pero no es mi mejor amiga. Así que creo que como la conocemos poco, podemos hablar de ella, sacar conjeturas, total, no habrá madres al final diciendo que estamos inventando.
Conversación "La verdad en la literatura y el psicoanálisis" de Revista Ciudad Psicoanalítica.
Buenos Aires, octubre 2023
Magalí Etchebarne
Ojalá hayan disfrutado estos contenidos. ¡Nos vemos el mes que viene!
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el texto de la verdad de Maga me encantó